Esto también sucede en el sector de los videojuegos. Según los últimos datos aportados por el Libro Blanco del Desarrollo Español de Videojuegos, en su edición de 2020, “las mujeres solamente ocupan el 18,5% de todos los puestos de trabajo en el sector de los videojuegos”. Este dato no será baladí, pues una industria conformada por más de un 80% de hombres generará productos que estarán constantemente marcados por la mirada masculina (2).
Si nos planteamos cómo es la representación de las mujeres en los videojuegos podremos llegar fácilmente a un consenso. El prototipo de mujer mostrado por los programadores de la industria es una mujer occidental, de gran estatura y cuerpo estilizado, con pechos enormes y cintura estrecha, notablemente sexualizada, muchas veces desvalida y jugando un papel secundario que no impida a los jugadores –target por antonomasia del sector– cosificarlas con libertad.