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Educar sin premios ni castigos

¿Se puede educar a un niño sin castigarle? Hace no tanto tiempo, leía un artículo en un periódico de tirada nacional, cuyo titular era “Educar sin premios ni castigos es posible: solo tenemos que aprender el lenguaje de los niños”. Como persona interesada en el análisis de la conducta, creo que es un error esta afirmación, no solo por el hecho de creer que un niño puede ser educado de esta manera, sino por el hecho de creer que el ser humano es divisible de los principios de aprendizaje. Una vez reveladas las conclusiones de este artículo, comencemos.

El principal error surge de la concepción que se puede tener de los conceptos «reforzador» y «castigo».

¿Qué es un castigo y qué es un reforzador?

Creo que el principal error surge de la concepción que se puede tener de los conceptos «reforzador» y «castigo», por ello pasaremos a darle un significado a ambas palabras. Desde el análisis de la conducta se entiende el reforzador (comúnmente conocido como premio) como todo suceso o evento que al aparecer junto a una respuesta aumenta la probabilidad de que esa conducta se vuelva a repetir (Pellón, R. Miguéns, M. Orgaz, C. Ortega, N. Pérez, V., 2014), mientras que el castigo implica un proceso simétricamente opuesto (Thorndike, E., 1911), es decir, un castigo es un suceso o evento que al aparecer junto a la respuesta disminuye la probabilidad de que vuelva a aparecer en el futuro. Es común, sobre todo fuera del ámbito de la psicología, que se emplee el concepto “premio” como sinónimo de reforzador.

La conducta no se entiende sin consecuencias.

Veamos algunos ejemplos

Pero como todo se entiende mejor con ejemplos, vamos a poner uno de cada palabra. Nuestro hijo termina de jugar y recoge los juguetes del suelo, nosotros le sonreímos y le decimos que lo ha hecho muy bien, si en el futuro nuestro hijo vuelve a realizar esta conducta, significará que la sonrisa y la verbalización han servido como reforzadores. En cambio, supongamos que nuestro hijo golpea a su hermano y cada vez que lo hace le decimos que por haberle golpeado, ese día no podrá ver los dibujos animados. Si en el futuro esta conducta se repite con menos frecuencia, significará que ha servido como castigo

Llegados a este punto debemos plantearnos una cuestión, ¿si no reaccionamos a ninguna de estas conductas, significará que le estamos educando sin refuerzos ni castigos? La respuesta corta es no. La conducta no se entiende sin consecuencias, y trataré de explicarlo. Prácticamente toda respuesta tiene un efecto, incluso el hecho de no recibir atención ya es una consecuencia. Si nuestro hijo recoge los juguetes, golpea a su hermano o llega a casa con todo sobresaliente y nuestra respuesta es ignorar completamente esas conductas, nuestro hijo ya estará recibiendo una consecuencia a su conducta, que puede estar funcionando como castigo o como reforzador. Además, aunque no estemos delante de nuestro hijo para castigar o reforzar su conducta, ya lo estará haciendo su propio ambiente, el propio sobresaliente o la consecuencia de pegar a su hermano ya pueden estar funcionando como reforzadores, queramos o no. 

Toda respuesta tiene un efecto. Incluso el hecho de no recibir atención ya es una consecuencia.

Como ven, no se trata de golpear, insultar o emplear castigos que nunca nos verán defender, se trata de ser conscientes de que nuestra respuesta ante una conducta determinará si esta se vuelve a repetir o no, incluso conductas que pueden generar malestar o dificultar el día a día a nuestros hijos. Además, es importante entender que lo que para una persona puede servir como reforzador a otra le puede servir como castigo. Si a un niño de 4 años le permito ver Peppa Pig cuando acabe los deberes, puede servir como reforzador, pero si se lo permito a un adolescente de 17 años, puede que no vuelva a presentar los deberes en los próximos cursos académicos, ya que le puede parecer algo humillante. Es decir, Peppa Pig no es un reforzador en sí mismo, sino que depende de otras variables como la historia previa de aprendizaje o las necesidades de la persona que lo recibe. 

Antes de llegar al segundo punto quiero hacer un matiz: no pido que se castigue o se refuerce a la persona, sino a su conducta (Marqués, E. Herencia, A., 2015).  Cuando digo que ignoremos que el niño llora porque quiere una chuche, no pido que ignoremos al niño, sino a la conducta de llorar por una chuche. 

Errores de los/las psicólogos/as

Una vez aclarados los conceptos, creo que el segundo error llega por parte de los propios psicólogos. Volviendo a nombrar el artículo ya mencionado, una de las frases incluidas en este es: “Los premios y castigos son condicionamientos: una forma de adiestramiento que se queda en la superficie”. Cierto es que en todo momento hemos estado hablando de condicionamiento, pero ni es una forma de adiestrar, ni se queda en la superficie. 

Podemos creer o no creer en los principios de aprendizaje, pero estos funcionan igual que la gravedad, creamos o no creamos en ella, nos estará afectando.

Es común que las psicólogas y los psicólogos recurramos a explicar el condicionamiento con palomas, ratas y otro tipo de bichos alejados de la especie humana, y creo que aquí esta nuestro error. Está bien emplear estas analogías experimentales, ya que han servido para el avance de esta ciencia, pero creo que deberíamos empezar a utilizar nuestra propia especie y situaciones cotidianas a la hora de explicar el condicionamiento clásico y operante de cara al público general y al alumnado de psicología. Muchas veces no ahondamos en estas explicaciones, es normal que si explicamos cómo la paloma pulsa el botón para obtener comida, lo veamos muy alejado de nosotros. Pero quizás lo veríamos más cercano si explicásemos que esa persona va a trabajar porque a final de mes tiene más dinero en su cuenta bancaria o que ese chico al evitar ciertos entornos, también está reforzando su fobia social al aliviar su malestar. Así que no, no creo que sea una forma de adiestramiento, sino de aprendizaje,  y como toda conducta aprendida, se mantendrá o desaparecerá por reforzamiento y castigo. 

Conclusión

En resumen, podemos creer o no creer en los principios de aprendizaje, pero estos funcionan igual que la gravedad, creamos o no creamos en ella, nos estará afectando. Influirá en la mayoría de nuestros comportamientos, y eso es mucha parte de nuestras vidas, ya que constantemente nos estamos comportando. Ahora bien, el hecho de ser conscientes de esto, nos permitirá poder deducir qué puede estar reforzando o castigando una conducta, nos dará esa oportunidad de modificar nuestro entorno y el de nuestros hijos un poquito más a nuestro favor. 

REFERENCIAS

Marqués, E. Herencia, A. (2015) Técnicas de Modificación de Conducta. Centro de Psicología Aaron Beck. Granada, España.

Pellón, R. Miguéns, M. Orgaz, C. Ortega, N. Pérez, V. (2014) Psicología del aprendizaje. Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid, España. 

Portinari, B. (2020) María Soto: “Educar sin premios ni castigos es posible: solo tenemos que aprender el lenguaje de los niños”. El país. Madrid, España.

Thorndike, E. (1911) Animal inteligence: Experimental Studies. New York: Mac-Millan.

Jose R.

Graduado en psicología y estudiante del Máster de Psicología General Sanitaria. Formación en análisis funcional y modificación de conducta.