La búsqueda (errónea) de la felicidad a través de la belleza
Si le preguntamos a las personas qué desean en su vida, la mayoría responderán que ser felices y la otra parte restante, responderán formas o vías de alcanzar esta felicidad. La felicidad se ha convertido en un destino deseado por todos, el Disneyland de los niños o el Marina D’or de las vacaciones, debido a que la sociedad ha producido material suficiente para hacernos creer que es lo esperable y normal de la vivencia humana. Los grandes éxitos en la literatura son aquellos que terminan comiendo perdices, las películas más taquilleras son aquellas donde los protagonistas terminan con el gran amor de su vida y las canciones más escuchadas son aquellas que te hacen saltar y reír. Nos hemos hecho dependientes de la felicidad y hemos creado diferentes vías para alcanzarla, sin valorar el coste que estas vías pudieran tener.
Si pensamos en personas felices o de éxito, nos imaginaremos mujeres altas, delgadas, con pelo largo y piel clara y suave, y hombres altos con complexión ancha y musculada. Parece que tener estas características físicas nos llevan de forma rápida a la felicidad, a la ausencia de preocupaciones y a la admiración y aprobación del resto de personas. Estas características se convierten en algo que todos queremos obtener y que como en el amor y en la guerra, todo vale para conseguirlo.
Es en esta segunda parte, donde entran en juego las estrategias de control como vehículo hacia la felicidad. Los seres humanos tenemos una gran ventaja sobre el resto de los seres vivos gracias a nuestra cognición. Esta gran ventaja es la que ha hecho posible todos los avances tecnológicos y las mejoras en la calidad de vida en un periodo de tiempo tan corto, ¿cómo es posible que hayamos pasado de salir a cazar durante días a que una persona en bicicleta nos traiga una pizza recién hecha a casa en cuestión de minutos?
Podemos controlar nuestro entorno y adaptarlo a nuestras necesidades y deseos, los grandes resultados obtenidos nos hacen tener una gran sensación de control. Así mismo, a veces creemos que si “queremos podemos». De aquí deriva la idea de que, si no estoy feliz algo podré hacer para conseguirlo.
En la actualidad, vivimos en una red intrincada de carriles donde aquellos que se supone que nos conducen hacia la felicidad son los más transitados, y entre ellos, destaca la autopista de la belleza. Parece ser que si tus características físicas se representan en los cánones de belleza tienes el peaje pagado hacia la felicidad. ¿Pero qué ocurre si no es así?
No poseer esas características que se supone que nos dan el pasaporte hacia la felicidad constituye un serio problema, ¿¡cómo nos vamos a conformar con ser feos e infelices!?, que activa el solucionador de problemas que llevamos años entrenando.
Este problema se va a representar a través de diferentes preocupaciones, evaluaciones negativas sobre el aspecto físico, sentimientos de rechazo, tristeza y desesperanza, así como miedos e inseguridades. Entre las soluciones propuestas a este escenario catastrófico, las más aceptada es aquella que va relacionada con la mejora de nuestra imagen corporal. Si la causa de mi infelicidad es no poseer la belleza deseada, conseguirla será la solución a mi infelicidad… ¿o no?
“Seré feliz cuando sea lo suficientemente bella”
Esta solución se pondrá en marcha a través de diferentes conductas: maquillarse, pensar con detenimiento la ropa de cada día, mirarse en los espejos, comprar las últimas novedades en ropa y productos de belleza, hacer planes dietéticos estrictos y restrictivos, aumentar el ejercicio físico, acudir a centros de belleza e incluso, embarcarse en procesos de cirugía estética. Aunque a priori, parece que el problema está solucionado, conducir por una autopista tiene un coste, y a veces más caro de lo esperado: los problemas psicológicos.
Aunque en este artículo nos centraremos en los problemas psicológicos relacionados con la imagen corporal y la alimentación, es importante recalcar que no serán los únicos que se produzcan.
La imagen corporal es un constructo complejo, no sólo porque está formada por diferentes factores biológicos, psicológicos y socioculturales, siendo estos últimos los que más influyen en su determinación, sino también porque es un constructo cambiante a lo largo del tiempo.
Durante mucho tiempo, se ha considerado la imagen corporal como la representación “mental” que uno tiene sobre su propio cuerpo, haciendo el símil de que fuera una fotografía. Esta definición sólo hace referencia a una parte de lo que actualmente se entiende por imagen corporal, siendo la definición más completa aquella que la entiende como la manera que uno percibe, imagina, siente y actúa respecto a su propio cuerpo. De dicha definición, se derivan tres dimensiones fundamentales que la conforman:
- Dimensión perceptiva: conformada por imágenes “mentales” acerca del tamaño y forma del cuerpo, así como la conciencia del movimiento y los límites corporales. Esta percepción puede ser más o menos precisa.
- Dimensión cognitiva-afectiva: comprende las actitudes, sentimientos, cogniciones y valoraciones que genera la experiencia corporal.
- Dimensión conductual: hace referencia a las manifestaciones conductuales observables derivadas de las dimensiones anteriores.
La insatisfacción corporal resulta de la discrepancia que existe entre la dimensión perceptiva y el yo ideal. Este yo ideal está conformado por unos cánones de belleza admirados y deseados, siendo su representación la imagen de una mujer delgada, alta y esbelta (y un hombre fuerte, alto, robusto y musculado) a la que se le atribuye un significado de éxito, admiración, felicidad, autocontrol, realización profesional, autoestima, entre otros. Por lo tanto, las personas no quieren poseer estos cánones de belleza por sí mismos, si no por lo que significan, es decir, la belleza parece ser un medio para un fin.
Ante esta insatisfacción, como decíamos anteriormente, se ponen en marcha estrategias de control a través de conductas como: dietas, ejercicio, uso de laxantes y/o diuréticos, cambios en la ropa, maquillarse, operaciones estéticas, pesarse en exceso, atención focalizada en la imagen percibida… que abren la puerta a la posibilidad de padecer un Trastorno de la Conducta Alimentaria que pueda derivar en otras consecuencias: mayor insatisfacción, disminución de la autoestima, aislamiento social, mantenimiento de creencias erróneas, bajo estado de ánimo, deterioro funcional en sus áreas vitales… Ante este escenario es difícil conseguir tal fin deseado, la felicidad, aunque el medio a priori parecía viable y fiable.
Como vía alternativa, tenemos que escoger un camino formado por la prevención. Salir de una carretera atestada de coches que quieren avanzar es difícil, por lo que es fundamental colocar carteles y señales que nos ayuden en la conducción hacia nuestro bienestar viable y real, para ello nos tenemos que centrar en deconstruir los mitos respecto a la felicidad y la belleza, mejorar las políticas de comunicación y publicidad, favorecer y potenciar la diversidad humana en todas sus variables y generar un pensamiento crítico respecto a los mensajes socioculturales.
En resumen, por querer vivir en una utopía donde la felicidad es fácilmente alcanzable a través de algunos comportamientos, terminamos creando una distopía donde la infelicidad y los problemas psicológicos nos rodean. Pero, ¿y si todo esto no tuviese que ser así necesariamente?
Referencias
- Harris, R (2007). La trampa de la felicidad. Deja de sufrir, comienza a vivir. Booket.
- Lorraine, B. y Rushforth J. (2018). Superar una imagen corporal distorsionada. Un programa para personas con trastornos alimentarios. Alianza Editorial.
- Raich, R. (2017). La tiranía del cuerpo. ¿Por qué no me veo como soy? Siglantana.
Natalia Mateos Chanca
Soy Psicóloga General Sanitaria, experta en Terapias Contextuales y en Psicología de la Obesidad. Mi formación principalmente la he realizado en la bonita ciudad de Salamanca, llegué allí sin querer y ya forma parte de mi segunda casa. Actualmente, desarrollo mi labor profesional en el área clínica y en la formación de otros profesionales desde Madrid a cualquier lugar del mundo. Considero que la psicología y la terapia psicológica es casa, un lugar donde sentirte a salvo y protegido, donde siempre puedes encontrar la guía para afrontar y superar los problemas de la vida diaria, que cuida de ti y de los tuyos, justo lo que intento trasmitir a través de la cuenta en Instagram @unapsicologaencasa.