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Vivir en un mundo “míster wonderful”

“Sé positivo”, “si puedes soñarlo, puedes hacerlo”, “lo que te pase en la vida depende de tu actitud”, “Sé tú mismo, confía en ti, sé tu propio jefe (o tu gefe, lo que se conoce como “gestor de felicidad” en el ámbito empresarial), sé feliz, gestiona tu vida interior, mejora siempre algo, sonríe, sé positivo, autocontrólate, siempre puedes estar mejor” (Bolívar, 2020)… Así es como nos quieren, haciéndonos creer que la responsabilidad es única y exclusivamente nuestra, que el entorno y las condiciones sociales, políticas y económicas no tienen nada que ver en nuestra vida y que solo tú eres dueño/a de tu destino. ¿De dónde viene todo esto? Pues es difícil definir un origen concreto, pero ya en 1958 se empezó a hacer conocido el “don’t worry be happy” de la mano de Meher Baba (un gurú indio) y más tarde con la archiconocida canción que no es de Bob Marley, sino de Bobby McFerrin. Es decir, que llevan más de 70 años diciéndonos que seamos felices, que dejemos de sentir emociones “negativas” y que busquemos el lado bueno de las cosas.

Lo peor de este discurso, de buscar siempre el lado positivo de las cosas y que con la actitud se puede todo, es que responsabiliza al individuo por todo lo que le pase en la vida, añadiendo un peso más a las circunstancias y problemas por los que puede estar pasando una persona. Porque si se muere mi madre, pierdo el trabajo o me explotan en él, me deja mi pareja, el sueldo no me llega para independizarme o tengo un accidente… ¿no será “normal” enfadarme, entristecerme o frustrarme? ¿Por qué esa necesidad de evitar todo lo negativo? ¿Es realmente beneficioso hacer esto? Pues vamos a tratar de dar respuesta.

Este contexto, además, tiene otra característica que me gustaría tratar: la repercusión del capitalismo como sociedad. Este “estilo de vida” se ha ido transformando a lo largo del tiempo hasta desembocar en una lucha por el ascenso social, el adquirir propiedades, producir a toda costa y “ser cada vez mejores” cueste lo que cueste. Los niños no aspiran a vivir tranquilos y felices, aspiran a tener éxito, tener una casa más grande que la de sus padres o un coche mejor. Los adultos no nos conformamos con lo que hemos conseguido porque nos han enseñado que conformarse es de “segundones”, que quien se conforma es porque no vale para nada más y si no vales para nada más no sirves en esta sociedad y por lo tanto te conviertes en un “ser despreciable”. Quizás sea una visión algo exagerada, pero no deja de ser uno de los dos polos de esta sociedad que cada vez pasa a estar más en el centro y ser menos extremo.

Esta misma sociedad, al mismo tiempo, nos bombardea constantemente con mensajes que nos incitan a buscar la felicidad, a mantener un punto de vista positivo, a dejar fluir tu espíritu más optimista y demás mensajes “mister wonderfulianos” que posicionan el positivismo a toda costa y relegan la crítica y el realismo a un rincón del cuarto. Ante este panorama es difícil plantarse y seguro que en algún momento has caído en esa red de positivismo y productividad, y no digo que no sea una estrategia válida en algunos momentos y bajo un determinado contexto, sin embargo en numerosas ocasiones lo que hacemos al tratar de ser optimistas a toda costa es evitar sentir o experimentar una serie de experiencias que nos resultan desagradables como el sufrimiento, el malestar, la ansiedad, la preocupación, etc.

Sin embargo, quiero dejarte clara una cosa: NO ES TU CULPA, sino que el contexto promueve su uso (“no llores”, “tú puedes”, “todo saldrá bien”…) y a eso se le suma que no siempre disponemos de alternativas que nos resulten más útiles. Además, lo cierto es que a corto plazo evitar el malestar nos alivia, porque ser optimistas nos hace cambiar de foco y pensar en otras cosas, pero a largo plazo el malestar seguirá estando ahí. Por lo tanto lo que hacemos con mucha frecuencia es no afrontar el origen de ese malestar o lo que lo está causando y en su lugar lo que hacemos es largarnos corriendo para no tener que sentirlo y hacer como que aquí no ha pasado nada.

Esto mismo ocurre con la ansiedad y los fármacos, tomarte un ansiolítico a corto plazo puede evitar que sufras un ataque de ansiedad, pero a largo plazo si no hacemos nada más con ello, no nos exponemos al origen del sufrimiento, a los pensamientos recurrentes que lo acompañan, etc., lo que haremos será cronificar el problema e incrementarlo o, en el “mejor” de los casos, ser dependientes de una pastillita para el resto de nuestra vida; además, al tratar de evitar el sufrimiento terminamos por dejar de hacer cosas que nos gustaban o que eran valiosas para nosotros, por lo que generamos un nuevo malestar, si evitar es la única estrategia que tenemos en nuestro repertorio acaba por perjudicarnos enormemente (Macías-Morón, 2019).

Así que sí, evitar tener una bronca con tu jefe o poner una denuncia ante el sindicato puede ser una estrategia de evitación efectiva en un momento dado, sin embargo, quedarte callado cada vez que tu jefe te obliga a hacer horas extra sin pagártelas, trabajando 10 o 12 horas diarias, dejando de hacer planes con tu familia y amigos y sin tener tiempo para ti, mientras te repites que quien quiere puede… a largo plazo es una estrategia de evitación que te genera más perjuicios que beneficios.

En resumen: lo que nos ocurre cuando estamos en situaciones como la que menciono en este último párrafo es que en muchos casos se combina un contexto que favorece el pensamiento positivo, con una situación compleja que está viviendo la persona y una estrategia de evitación que alivia el malestar a corto plazo. Este cóctel promueve que se mantenga ese comportamiento de tratar de aliviar el malestar mediante automensajes positivos (“no es para tanto”, “hay personas que están peor”, “al menos tengo trabajo”…), a costa de alejarnos cada vez más de lo que nos importa en la vida (pasar tiempo con mi familia y amigos, dedicarme a mis hobbies, seguir formándome…), algo que a la larga puede terminar por pasarnos factura (problemas de ansiedad, estrés, etc.).

Por eso, si te sientes identificado/a con esta situación, me gustaría que hicieras un pequeño ejercicio/reflexión: ¿qué es lo más importante para ti en la vida? Escríbelo en la parte superior de una hoja de papel. Ahora piensa en tu día a día: ¿qué cosas haces que te acercan a eso que has escrito? y ¿qué cosas haces que te alejan de eso que has escrito?

Analiza tus respuestas y tendrás una mayor idea de qué cosas debes repetir más para acercarte a tus metas y lo importante en tu vida y qué cosas debes hacer menos para no alejarte de ellas.

Aquí tienes un ejemplo del ejercicio que te propongo:

Espero que este artículo te haya servido o al menos te haya hecho reflexionar un poco acerca de a dónde vamos como sociedad y como individuos. Y recuerda, si el malestar es tan grande que no eres capaz de hacerle frente PIDE AYUDA PROFESIONAL.

Referencias

Bolívar, O. (2020). Cabanas Díaz, Edgar; Illouz, Eva. (2019). Reseña HAPPYCRACIA. Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas. Barcelona: Paidós, 224 pp. Innovar, 30(76), 143-145.

Macías-Morón, J. J. (2019). La eficacia de la Terapia de Aceptación y Compromiso y la Psicoterapia Analítica-Funcional (FACT) para mejorar la Salud en Empleados y Estudiantes [Tesis de doctorado no publicada]. Universidad de Málaga.

Yolanda Iglesias Monteagudo

Licenciada en psicología y máster en terapias contextuales, apasionada de la buena comida y de pasar tiempo con la gente que me rodea. Actualmente ejerzo como consultora psicológica, presencialmente en maSSalud (Fene) y también online. Trato de ayudar a las personas en la toma de decisiones, mejora de habilidades sociales, resolución de problemas, alcance de objetivos, conflictos de pareja, familiares o laborales, y mucho más.